Librepensadores, dícese de aquellas personas que toman sus propias
decisiones, asumen sus propias responsabilidades y lideran sus propios sueños.
Mentes infinitas, sin límites... nunca han sido moldeadas y por supuesto son
tan flexibles como alcancen sus sueños. Los librepensadores son el futuro.
Pero ¿Cuántos niños librepensadores conocéis? Cada vez que
intentan hablar un grito los calla, los intoxica y les hace agachar la cabeza.
Tienen el camino marcadito, solo tienen que seguir a la multitud y llegarán,
por fin, al desastre, al vacío. Son marionetas en nuestro mundo, ese que
nosotros dirigimos a nuestro antojo.
Cuando le preguntas a un niño de
12 años qué forma tiene una casa te contestará que rectangular por supuesto, a
lo sumo cuadrada. Si le haces la misma pregunta a un niño de 2 años te dará mil
respuestas diferentes, todas tan verdaderas como ninguna. Ese niño todavía
tiene naturaleza de librepensador, será
un arquitecto triunfador. El primero será un arquitecto, sin más.
Pero ¿Quién tiene la verdad
absoluta? Las verdades se encuentran lejos, muy lejos, al final del camino y
solo se alcanzan después de descartar 1000 mentiras. Así que vivimos con medias
verdades porque esos caminos están desiertos, nadie ha llegado y si alguien lo
ha conseguido jamás ha regresado. En la verdad reside la certeza, la
tranquilidad, la felicidad, la libertad, la justicia... En las medias verdades
se encuentra la barrera del miedo, esa que nos desvía del camino. Solo los librepensadores alcanzarán la verdad.
Si me preguntaran que qué quiero
que mi hijo/a sea de mayor, te diría, con mucha certeza, FELIZ, solo quiero que
sea feliz, no quiero que tenga cuentas pendientes consigo mismo, porque los que
viven a medias verdades son medio-felices. Un librepensador no da por buena la primera respuesta, ni la segunda,
ni la tercera. No le cuentan las cosas, las comprueba él mismo, y si no,
todavía sigue siendo una verdad a medias. Sus sueños no tienen límites y
tampoco sus pensamientos, todo es posible hasta que se demuestre 1000 veces lo
contrario. No deja que sus emociones queden atrapadas por el miedo, fluyen y
suceden, de forma natural. Se podrían definir como locos, pero entonces solo
los locos podrían ser felices, o quizás esos que llamamos locos son los más
cuerdos.
Todos los seres humanos tienen
naturaleza de librepensadores, pero
la sociedad va inhibiendo esa naturaleza y la va trasformando en miedo, hasta
que llega un momento en que es demasiado tarde, ya estás en tu oficina sentada,
haces las cosas porque quieren, no porque tú quieras, dejaste tus sueños
abandonados y caminas hacia otro lado. Tú sabes que no tienes la verdad
absoluta, pero la cambias por un poco de tranquilidad, sí, porque las medias
verdades también dan tranquilidad, pero es más física que mental.
Dejemos que nuestros niños
crezcan como librepensadores, que no los guíe un libro y sí lo haga un maestro,
que no los moldee una sociedad que quiere niños de 10 sino una sociedad que
quiere niños felices, capaces de enfrentarse de forma autónoma a sus problemas,
capaces de superar sus miedos y perseguir sus sueños. Que nadie jamás les diga
que NO, porque 2+2 pueden ser 4 para ti, pero quizás para él no, y si demuestra
999 veces que eso es mentira entonces tú tampoco tendrás la certeza de que en
la 1000 2+2 vayan a ser 4.
Dejemos que sean los
librepensadores los que giren el mundo una y otra y otra vez hasta que encuentren
la verdad absoluta.