miércoles, 23 de marzo de 2016

EL VIRUS DEL CORAZÓN DE HIELO



Me considero una persona excesivamente curiosa, me pregunto incluso a mí misma y muchas veces no soy capaz ni de contestarme. Eso mismo me pasó ayer, mientras veía las noticias y escuchaba los gritos de miedo de aquella niña que salía del vagón del metro donde segundos antes habían hecho estallar una bomba. No me pude aguantar y entonces me pregunté ¿Cuánta gente como ella estará sufriendo ahora mismo en el mundo? -No supe contestar, millones obviamente -me dije a mí misma, pero no pude reflexionar más allá, así que me puse a buscar, a analizar, a comparar, a reflexionar... y hoy tengo el alma totalmente paralizada.



No somos conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor o nadie nos ha hecho conscientes de ello. Nos dejamos llevar por el día a día y pocas cosas nos remueven. Creo que nos estamos acostumbrando a la barbarie, a ver la barbarie y a difundirla, pero no a sentirla. La guerra hace, las redes sociales difunden y nosotros tragamos, pasamos y asimilamos. Es la enfermedad del siglo XXI, el virus del corazón de hielo, y no hay más antídoto que nosotros mismos.


Analizando y analizando descubrí una verdad incomprensible, nada más y nada menos que unos 22 países se encuentran justo en este momento en guerra.




Todos sabemos lo que implica una guerra: muerte y masacre, violaciones de niños y mujeres, maltratos físicos y psicológicos, bombardeos, gritos, llantos, pobreza, hambre, sed, tristeza y, en definitiva, violación de todos y cada uno de los derechos humanos.


Pero el único mal de nuestro planeta no son las guerras no, resulta, que en pleno siglo XXI, todavía existen hasta 44 países sometidos a duras dictaduras. 


En una dictadura desaparecen los derechos y libertades de las personas y aparecen el sometimiento y la represión. 



Yo soy una persona libre, totalmente dueña de mi vida, disfruto de mis derechos como persona y soy incapaz de concebir que, mientras yo estoy escribiendo este post, alguien esté siendo asesinado, torturado, maltratado, violado... me niego a aceptar que en este mismo instante una sola persona pueda sentirse presa en su propio país. Pero todo esto que acabo de nombrar ocurre de verdad, que no esté cerca o no lo veamos no significa que deje de ocurrir, sigue pasando, mientras escribo, mientras tú lo lees, mientras lo compartes y cuando te piensas que no puede seguir pasando, sigue. 


Si a mí me pidieran que hiciera un resumen de lo que se puede ver ahora mismo en este planeta, les diría que solo bastan unos cuantos números para no querer formar parte de esa humanidad que lo habita.




Y esto es solo una pequeña definición de lo que podría ser nuestro planeta representado con números. Si viniera una persona y nos hiciera volar sobre todas y cada una de las barbaries que están sucediendo en estos segundos, no creo que existiera corazón que lo soportara, pocas personas regresarían de ese viaje.


Necesitamos unos ojos que ablanden nuestro corazón helado. En estos días he leído críticas de toda clase hacia personas que mostraban su solidaridad hacia el pueblo belga. Pues que queréis que os diga, yo viendo a esa gente duermo más tranquila. Veo y pienso que todavía existe gente buena en el mundo, que oyen llorar a una niña asustada por las bombas y ven cadáveres tirados en el suelo y sienten algo, lo que sea, pero les revuelve el estómago. Quiero pensar que esa gente siente la misma tristeza cuando ven a un niño muriendo de hambre en África, o a un niño sirio aferrado a esos barrotes que lo separan de la libertad. Quiero pensar eso y lo pienso de verdad. 


No se puede tener pena de lo que se desconoce, pero tampoco se puede pensar que el sufrimiento llega hasta donde alcanzan nuestros ojos. Necesitamos reflexionar, remover nuestros estómagos y ser conscientes de lo que está pasando. Y diréis ¿Esto que tiene que ver con la EDUCACIÓN? Y yo os contesto que TODO. Los maestros somos los encargados de remover en las mentes del futuro, si alguien puede resolver esto, son ellos, los futuros habitantes de nuestro planeta. La educación les hará libres como personas.


A veces me gustaría no hacerme tantas preguntas, así no tendría que digerir mis propias respuestas, pero eso iría en contra de mis principios. Ya sé que pensar y reflexionar no soluciona estos problemas, pero si en vez de 1 pensáramos y reflexionáramos 1000, quizás el insomnio y la intranquilidad nos llevaría a unir fuerzas y a trasformar esos números malditos en simples números.



Me conformo con haber desequilibrado tu idea sobre el mundo, que tengas que volver a equilibrar tu mente y eso implique reflexionar, pues eso significará que todo esto te ha llegado al corazón y que, al igual que yo, tardarás en quitarte de la cabeza esos llantos de dolor y gritos de desesperación de las personas que, JUSTO EN ESTE MISMO MOMENTO, están sufriendo en nuestro planeta.






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