Me considero una persona
excesivamente curiosa, me pregunto incluso a mí misma y muchas veces no soy
capaz ni de contestarme. Eso mismo me pasó ayer, mientras veía las noticias y
escuchaba los gritos de miedo de aquella niña que salía del vagón del metro donde
segundos antes habían hecho estallar una bomba. No me pude aguantar y entonces
me pregunté ¿Cuánta gente como ella
estará sufriendo ahora mismo en el mundo? -No supe contestar, millones obviamente -me dije a mí misma,
pero no pude reflexionar más allá, así que me puse a buscar, a analizar, a
comparar, a reflexionar... y hoy tengo el alma totalmente paralizada.
No somos conscientes de lo
que pasa a nuestro alrededor o nadie nos ha hecho conscientes de ello. Nos
dejamos llevar por el día a día y pocas cosas nos remueven. Creo que nos
estamos acostumbrando a la barbarie, a ver la barbarie y a difundirla, pero no
a sentirla. La guerra hace, las redes sociales difunden y nosotros tragamos,
pasamos y asimilamos. Es la enfermedad del siglo XXI, el virus del corazón de
hielo, y no hay más antídoto que nosotros mismos.
Analizando y analizando descubrí
una verdad incomprensible, nada más y nada menos que unos 22 países se
encuentran justo en este momento en guerra.
Todos sabemos lo que implica
una guerra: muerte y masacre, violaciones de niños y mujeres, maltratos físicos
y psicológicos, bombardeos, gritos, llantos, pobreza, hambre, sed, tristeza y,
en definitiva, violación de todos y cada uno de los derechos humanos.
Pero el único mal de nuestro
planeta no son las guerras no, resulta, que en pleno siglo XXI, todavía existen
hasta 44 países sometidos a duras dictaduras.
En una dictadura desaparecen
los derechos y libertades de las personas y aparecen el sometimiento y la
represión.
Yo soy una persona libre,
totalmente dueña de mi vida, disfruto de mis derechos como persona y soy
incapaz de concebir que, mientras yo estoy escribiendo este post, alguien esté
siendo asesinado, torturado, maltratado, violado... me niego a aceptar que en
este mismo instante una sola persona pueda sentirse presa en su propio país. Pero
todo esto que acabo de nombrar ocurre de verdad, que no esté cerca o no lo
veamos no significa que deje de ocurrir, sigue pasando, mientras escribo,
mientras tú lo lees, mientras lo compartes y cuando te piensas que no puede
seguir pasando, sigue.
Si a mí me pidieran que
hiciera un resumen de lo que se puede ver ahora mismo en este planeta, les
diría que solo bastan unos cuantos números para no querer formar parte de esa
humanidad que lo habita.
Y esto es solo una pequeña
definición de lo que podría ser nuestro planeta representado con números. Si
viniera una persona y nos hiciera volar sobre todas y cada una de las barbaries
que están sucediendo en estos segundos, no creo que existiera corazón que lo
soportara, pocas personas regresarían de ese viaje.
Necesitamos unos ojos que
ablanden nuestro corazón helado. En estos días he leído críticas de toda clase
hacia personas que mostraban su solidaridad hacia el pueblo belga. Pues que
queréis que os diga, yo viendo a esa gente duermo más tranquila. Veo y pienso
que todavía existe gente buena en el mundo, que oyen llorar a una niña asustada
por las bombas y ven cadáveres tirados en el suelo y sienten algo, lo que sea,
pero les revuelve el estómago. Quiero pensar que esa gente siente la misma
tristeza cuando ven a un niño muriendo de hambre en África, o a un niño sirio
aferrado a esos barrotes que lo separan de la libertad. Quiero pensar eso y lo
pienso de verdad.
No se puede tener pena de lo
que se desconoce, pero tampoco se puede pensar que el sufrimiento llega hasta
donde alcanzan nuestros ojos. Necesitamos reflexionar, remover nuestros
estómagos y ser conscientes de lo que está pasando. Y diréis ¿Esto que tiene
que ver con la EDUCACIÓN? Y yo os contesto que TODO. Los maestros somos los
encargados de remover en las mentes del futuro, si alguien puede resolver esto,
son ellos, los futuros habitantes de nuestro planeta. La educación les hará libres como personas.
A veces me gustaría no
hacerme tantas preguntas, así no tendría que digerir mis propias respuestas,
pero eso iría en contra de mis principios. Ya sé que pensar y reflexionar no
soluciona estos problemas, pero si en vez de 1 pensáramos y reflexionáramos
1000, quizás el insomnio y la intranquilidad nos llevaría a unir fuerzas y a
trasformar esos números malditos en simples números.
Me conformo con haber
desequilibrado tu idea sobre el mundo, que tengas que volver a equilibrar tu
mente y eso implique reflexionar, pues eso significará que todo esto te ha
llegado al corazón y que, al igual que yo, tardarás en quitarte de la cabeza
esos llantos de dolor y gritos de desesperación de las personas que, JUSTO EN
ESTE MISMO MOMENTO, están sufriendo en nuestro planeta.
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